En ocasiones habrás escuchado a algunos padres que dicen “basta con que les digas a tus hijos que no hagan una cosa, y se ponen hacerla”. Si trasladamos esto a la palabra “dieta” quizás lo que más escucharemos es “no puedo”, “no puedes”, “no comas” y un sin fin de “noes”.
En este momento algo pasa en nuestro cerebro que entiende todo lo contrario, y recuerdo el libro “Sensación de fluidez”, de Juan Carlo Cubeiro, en el cual con algunos ejemplos describe que la negación “no”, es irrelevante al cerebro, convirtiéndose en una incitación a la acción, o al menos al pensamiento. Y el pensamiento lleva a la acción, y la acción al resultado.
No creo en dietas, pero sí en ser “inconscientemente saludable”
Aplicado al ámbito de lo que conlleva hacer “dieta”, cuando nos privamos de ciertas cosas utilizando el “no puedo”, comenzamos una relación de deseo-rechazo que se convierte en una lucha interna y hasta llegamos a mostrar frustración, enojo.
Te pregunto, cuántas veces has estado en esta situación, quizás poco, muchas o ninguna… Te confieso que yo sí estuve en esta situación cuando en casa decidimos iniciar el proyecto transformación el cual implicaba cambiar nuestros hábitos en relación a la comida, sin hacer “dieta” porque nuestro proceso estaba relacionado con el cambio de pensamiento para llegar a ser inconscientemente saludable.
“Positivando nuestro lenguaje”
El proyecto transformación, implicaba cambiar nuestro lenguaje también, porque como según Juan Carlos Cubeiro, cuando positivamos nuestro mensaje, razonamos. Damos explicaciones, un porqué, y de esta manera llega a tu mente el mensaje que quieres transmitir.
Y es así como el proyecto transformación se convirtió en todo un reto tanto para mí como para mi pareja, porque ambos queríamos reducir el consumo de los productos refinados por ejemplo y conocer otras alternativas.
Este proyecto que decidimos asumir de manera consciente, nos llevo a probar nuevos ingredientes, y a transformar no solo recetas sino también nuestro pensamiento. Este camino lo estamos disfrutando en la cocina probando y adaptando recetas, que pueden resultar deliciosas o mejorables para nuestro gusto.
Pero, ¿cómo iniciamos nuestro proyecto transformación?
Para resumir la historia, te comparto dos pruebas que fueron para mí las más retadoras.
La primera prueba comenzó eliminando y reemplazando lo refinado por lo integral, y el primer protagonista fue el “pan industrial de sandwich o de molde” que comíamos a veces tanto en el desayuno como en la cena. De esta manera dimos entrada a más vegetales, avena y otros cereales integrales.
Y hasta nos animamos a elaborar pan en casa, con ingredientes alineados con nuestro proyecto. De esta manera superamos la primera prueba para iniciar la segunda fase “reducir el consumo de azúcar refinada”.
Esta prueba fue la más interesante porque soy amante del dulce, sí, del azúcar en todas sus formas. Y esta fase implicaba evitar y reducir el consumo de bollería industrial, de pasteles o cualquier dulce placer altamente refinado.
Pero esta prueba la transforme en inspiración porque he aprendido a preparar dulces placeres de la manera más “natural” posible para consumirlos esporádicamente (no a diario).
¿Cómo me he mantenido fiel a nuestro proyecto?
Para mí una de las claves de comer saludable está en la lista de la compra y en la manera en la que cocinamos nuestros alimentos, llegando incluso a ajustar el uso de algunos ingredientes. Te confieso tuvimos momentos de querer tirar la toalla porque nuestro paladar y cerebro se estaban adaptando a nuevos sabores, texturas y ciertamente habían cosas que no nos gustaban.
“Aprender a probar y a disfrutar cuidándote”.
Sin embargo, para nosotros disfrutar y eliminar las barreras de nuestro pensamiento, han sido vitales para adoptar este nuevo estilo de vida, es así como poco a poco hemos ido aprendiendo a probar, a cambiar nuestros hábitos sin presión ni restricciones y lo más importante… Por decisión propia.
Y te pregunto, ¿cuál sería/fue tu primer reto para iniciar tu transformación?