Desde que tengo uso de razón recuerdo que no había actividad en la que no llevara mi comida debajo del brazo. El colegio, la universidad, el trabajo, paseos, excursiones. La meta era clara, evitar comer en la calle porque no hay mejor comida que la comida de casa y por supuesto, ahorrar.
Para el colegio recuerdo que mi Madre solía ponerme en la lonchera una arepa o un sandwich. El relleno solía ser variado e iba desde la típica combinación de jamón y queso hasta la exquisita mezcla de atún, tomate, cebolla, mayonesa y un toque de limón, tan deliciosa era que mi Madre terminaba enviando dos arepas de refuerzo para evitar pasar hambre compartiendo toda la comida con mis amigos.
Para la universidad la cantidad ya era algo a considerar por lo que descarté el uso del papel aluminio por el clásico envase de plástico o tupperware, ya populares para la época. Lamentablemente, y tú lo sabes Madre, no había manera de evitar comprar un par de empanadas criollas, pa´ rematar (fritas, con bastante queso fresco y suero rebosante hasta por lo codos) y un cuartico de chicha el Chichero (todo muy típico de Venezuela). Recuerdo entonces que mi cuerpo demandaba comida en exceso, estudios, deporte, rumbas, más estudio, las conquistas (porque uno también se preocupa que no vaya a echar barriga pues).
Ya con un poco más de independencia financiera, empezaron las salidas con los colegas del trabajo, los amigos, las novias (una por una ojo). Primero unas cervezas, luego una rumba, luego más rumba hasta el amanecer, para terminar luego comiendo unas arepas en el Budare. Mis favoritas: la pelúa, la reina pepiada, la llanera, la dominó, o unas cachapas, o un caldo de res (que traía trozos de pollo), o mejor unas hamburguesas en Calle del Hambre, “póngale tocineta compadre”, en fin, la lista es larga.
Afortunado yo pues, todos esos excesos nunca se reflejaron de manera directa en mi aspecto físico y casi ni me preocupaba salvo cuando escuchaba: “oye estás repuesto”, “cómete algo pana”, “si sigues así te vas a poner a rodar”, risas.
…y con el matrimonio llegaron los kilos extras?
Con la llegada del matrimonio, pensarán ustedes, “listo hasta allí llegó la buena racha, con el matrominio pues todo el mundo echa barriga”. Pues no, afortunado nuevamente. Tanto mi esposa como yo siempre hemos sido de buen comer, no sólo por la cantidad sino también porque somos de comer en casa. Sin embargo, y a pesar de reducir excesos la barriga todavía se mantenía hasta que…
… mi esposa, una Healthy Super Mommy, junto con una amiga, decidieron llevar a cabo su proyecto personal de llevar el mensaje de comer sano a todo el mundo. Pequeños cambios se hicieron llegar, reducir o cambiar el pan en la cena, combinar mejor los alimentos, asegurar que con cada comida algo de carbohidratos, proteína y fibra forma parte de cada plato, comer un poco más de avena en el desayuno, usar una cucharadita de azúcar en el café en lugar de dos o tres, reducir la cantidad de sal, infinidad de alternativas.
Beneficios de una rutina alimenticia
Haciendo el cuento corto, antes de empezar el proyecto, me refiero a beneficiarme por el cambio en la “rutina alimenticia” (detesto la palabra “dieta”), mi peso variaba de 84 a 86 Kg, para alguien de 183 cm de estatura no suena mal, pero a diferencia de antes, me sentía pesado y con unos kilitos de más. Luego de dos semanas del cambio de rutina, y les hablo en serio 2 semanas, de pesar 84 Kg ya peso 78 Kg (6 kilos menos). Ya ha pasado un año y la diferencia es notable, más energía, menos visitas al médico, cero barriga y aún mantengo el mismo peso, en conclusión, WOW.
Quería dedicar estas letras a éstas chicas expertas en nutrición por haberme demostrado los beneficios de comer sano, que comer sano es saber comer y que comer sano no es dejar de comer. Carleana, Carolina, a ustedes gracias.
PD: … y no, no he dejado de comer una buena hamburguesa con tocineta, ahora incluyo muchas otras en la lista como por ejemplo: hamburguesa de pollo, hamburguesa de salmon, hamburguesa de quinoa, hamburguesa de cordero, entre muchas otras.