A medida que pasan los años vamos acumulando anécdotas de varias etapas de nuestra vida. Y en este momento que soy madre es cuando afloran anécdotas o historias de mi infancia relacionadas con la comida, porque yo fui un poco exigente al momento de comer según cuenta mi madre. Y ahora es mi turno de nutrir pequeños comensales.

¿Cómo era yo de pequeña al momento de comer?

Desde pequeña recuerdo haber tenido un gusto particular por tres alimentos, cambur (banana, plátano), lechoza (papaya) y plátano macho. Tanto así que mi madre me cuenta que tenía que haber merengada de lechoza (batido de papaya con leche y canela) y plátano macho para almorzar o acompañar la comida porque de lo contrario no tocaba la comida.

Con el pasar del tiempo mis hábitos alrededor de la comida cambiaron y hoy disfruto comer variado. Pero cuando se trata de mis hijos, puedo decir que el reto de compartir este placer lo he catalogado como “interesante” porque hay ocasiones de ocasiones. 

Enfrentando el reto como padres

No es novedad que somos seres únicos, con personalidades diferentes a pesar de estar criados bajo el mismo techo, por ejemplo tenemos gustos particulares alrededor de la comida, y en esa variedad es en donde surge nuestro reto como padres que hacemos lo posible por complacer a los más exigentes paladares de la casa sin perder la cordura en el intento.

Y es aquí donde puede surgir un poco la ironía, soy Natural Chef y Nutrition Advisor pero les confieso que no soy una mamá pinterest que decora y hace figuras con la comida para hacerla más atractiva ante los ojos de los pequeños comensales, pero sí muestro mis habilidades de otra manera al combinar los ingredientes.

Hay una solución…Registrar sus gustos…Observar sus gestos

Como madre sigo aprendiendo poco a poco a relajarme cuando llega la hora de comer con mis nenes, porque ellos me dice “mum, I am hungry” y al escuchar esas palabras, respiro profundo porque cada día es un reto. Hay días de días, porque aunque van creciendo y se supone que debería ser más sencillo a veces la realidad puede ser otra (seamos honestos).

Con el pasar del tiempo o de los años, creanme cuando les digo que he tenido momentos de frustración, he comprendido que su diferencias de gustos no me deben afectar como persona sino que al contrario, me están enseñando a aprender a manejar “el rechazo”, “diferencia de opiniones”, “negociar”. Pero independientemente de la situación aprovecho cada oportunidad para explicarles poco a poco el porqué es importante nutrir nuestro cuerpo. 

Tenemos días más retadores que otros, y puedo decir que con el tiempo vamos detectando las combinaciones preferidas de cada uno. Sabemos que uno es amante del huevo mientras que el otro no puedo verlo ni olerlo de lejos, pero sí se lo come en pancakes por ejemplo.  

Uno es amante de las frutas, nueces y alimentos crujientes mientras que el otro le gusta solo tres frutas (fresa, mango y papaya) y no le gustan para nada las nueces ni en la nutella que preparo en casa. 

Y es así como en la variedad está el gusto, les confieso que verles su cara al momento de comer, sus gestos me genera muchas preguntas pero mejor no entro en detalle y me quedo con algo que me dijo un colega chef “Carolina están aprendiendo a reconocer los sabores, están saboreando”. 

Y tú,  ¿cómo llevas la hora de la comida con tus pequeños comensales?

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